La Comunidad Jesús Resucitado

CONCILIO VATICANO II
(1962-1965)

Febrero 1967
Weekend Duquesne – Pittsburg, Pennsylvania (USA)
NACE LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA
(RCC)

1971
Les esposos Alfredo Ancillotti y Jacqueline Dupuy junto con otras dos personas son los principales responsables de la 
GRUPO EMANUELE

2 noviembre 1973
Les esposos Alfredo Ancillotti y Jacqueline Dupuy fundaron i
GRUPOS MARÍA

Mayo 1976
De los “Grupos María” nació el
RENOVACIÓN EN EL ESPÍRITU

Mayo 1976
De los “Grupos María” los esposos Alfredo Ancillotti y Jacqueline Dupuy fundaron la
COMUNIDAD MARÍA

7 junio 1987
Les esposos Alfredo Ancillotti y Jacqueline Dupuy junto con otro dos matrimonios (Giampaolo Mollo y Anna Liberace, Paolo Serafini y Carmencita Leonardi) fundaron la
COMUNIDAD JESÚS RESUCITADO

Introducción

En Italia la Renovación Carismática arriba en 1971, dando vida en el tiempo a varios Grupos y Comunidades que han encarnado y dado a luz aspectos y riquezas especiales.

De este modo, entre otras cosas, en el mes de junio de 1987, proveniente de una precedente experiencia, nace en Roma la Comunidad Jesús Resucitado, cuyo carisma fundamental – como dice  su nombre – es, precisamente, el de vivir y anunciar la presencia de Jesús Resucitado a su pueblo, según la promesa evangélica “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de este mundo” (Mt 28,20).

¡No es una tarea fácil! Testimoniar con la propia vida, personal y comunitaria, que Jesús ha resucitado, que ha vencido a la muerte y que dona a los que creen en Él el poder tomar parte ya en esta victoria, significa dejarse transformar de verdad por Él “con una renovación de nuestro interior” (cf Rm 12,2).

Significa pasar en cada instante de nuestra existencia de la muerte a la resurreción: de la muerte del pecado, del egoismo, del miedo, de la violencia, de la soledad, del remordimiento… a la vida que está hecha de gracia, de donación, de confianza en Dios, de paz, de comunión, de perdón… Y esto, ya a nivel personal, como (lo que sería aún más difícil, sin la presencia del Espíritu Santo) a nivel comunitario.

Es un pasaje que ocurre alabando al Señor por la vida. Imaginamos al pueblo de Israel que, atacado por el ejército enemigo, se encuentra ante el Mar Rojo y que, gracias al don de Dios, lo atraviesa indemne; y, entonces, canta, alaba, exalta al Señor con todo el corazón, porque solo Él es digno de toda alabanza. Así es nuestra vida: alabando a Dios, proclamando sus maravillas – la primera en absoluto la lealtad de su amor – bendiciendo su nombre, profesando su señoría sobre nosotros, vemos las situaciones invertirse y, donde antes estaba la muerte, vemos que se abre camino a la vida.

La “alabanza a Dios” – acompañada por el ejercicio de los carismas y por la escucha atenta de su Palabra – es “la actividad principal” de la Comunidad Jesús Resucitado.

Cuando nos preguntan: «Pero ¿vosotros qué hacéis?»… «Oramos»; «Sí… pero, en concreto, ¿qué  hacéis?», «Oramos»… queriendo decir que la oración es lo más concreto que una criatura pueda hacer, si de verdad cree que es un Dios concreto al que se está dirigiendo, a un Dios que puede concretamente obrar en la vida de los hombres y de las mujeres que lo dejan actuar.

Luego vienen muchas más cosas (caridad, empeño apostólico y de evangelización, incluso al servicio de la parroquia y de la diócesis…), pero son consecuencia de lo que, antes de “hacer”, queremos “ser”: queremos “ser Jesús”, su Cuerpo resucitado en la Tierra, queremos ser transformados en Él.

Por eso restituimos toda prioridad a la oración de alabanza; y, por lo tanto, a la evangelización, a fin de que otros hermanos puedan entrar en esta misma intimidad con el Resucitado, a través de su Espíritu.

Entonces, también las obras “concretas” vienen completadas de verdad por el Señor, y con una potencia y una eficacia que sería impensable sin la oración. Como promete otro pasaje profético que nos guía desde el momento de nuestra fundación: «El Señor cooperaba con ellos, confirmando la palabra con las señales que la acompañaban»(Mc 16,20).

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