Discurso del Presidente de la Comunidad Jesús Resucitado

Discurso de Agradecimiento en ocasión de la entrega
del Decreto de Reconocimiento
de los Estatutos Internacionales de la Comunidad Jesús Resucitado

 

Hoy es para nosotros un día de gracia y por esto, como canta el salmista, deseamos “alabar al Señor con todo nuestro corazón porque es bueno: porque eterna es su misericordia…” (Salmo 136,12). El ha cumplido grandes cosas para nosotros y para toda la Comunidad Jesús Resucitado.

La Comunidad Jesús Resucitado ha sido suscitada por el Espíritu Santo para la alabanza y la evangelización, que son los dos carismas “fundamentales”, aquellos que más nos caracterizan y en los cuales esta basada nuestra vida y estructurado nuestro compromiso. Vivimos para ser una alabanza viviente al Señor y para ayudar a todos aquellos que el Espíritu Santo pone en nuestro camino para entrar en esta alabanza carismática.

Todo comenzó en 1971, cuando Alfredo y Jacqueline Ancillotti, acogieron, entre los primeros en Italia, a la Renovación Carismática (que llegó de los Estados Unidos) y dieron vida al primer grupo y a continuación a la Comunidad María, entre ambos lo difundieron sobre el territorio nacional.

A continuación, en 1987, nace la Comunidad Jesús Resucitado que para nosotros es el fruto más maduro de este camino y cuya fundación el Señor me ha llamado a mi y mi esposa Carmencita, a Giampaolo Mollo, también diácono y su esposa Ana y por supuesto Jacqueline y Alfredo.

(En este día de fiesta recordamos con cariño y gratitud a dos de sus fundadores, quienes ya están en presencia de Dios: Jacqueline y Giampaolo, que oró, sufrió y ofreció su vida por la Comunidad y por la Iglesia).

De la fundación han pasado 23 años (lo festejamos de verdad a fin de mes); años maravillosos, en los cuales la Comunidad ha crecido verdaderamente en edad y gracia: en Roma actualmente presente en 56 parroquias, en Italia en 60 diócesis, en el Mundo en 12 Países, para un total de 310 Comunidades.

También esto ha sido una obra del Espíritu, que hemos pasado; porque es verdad que cada desarrollo futuro estaba ya implícito en la vocación recibida, pero cuando eso ocurre, nos deja sorprendido y, podemos decir, “borracho”.

Los Congresos que han tenido lugar a lo largo de los años, han sido también una gracia: de las 250 personas del primer encuentro, hoy ya hemos pasado a ser un pueblo numeroso, que habla lenguas diversas y que han hecho experiencia del Señor resucitado.

Los signos de la resurrección del Señor lo hemos visto en numerosos hermanos y hermanas que, cuando llegaron a la Comunidad, estaban en la muerte (esclavos y oprimidos por el pecado, enfermos en el Espíritu y en el cuerpo) y que han vuelto a vivir y a regocijarse, testimoniando de este modo que el amor de Dios puede transformar la vida y los corazones incluso aquellos en situación que humanamente parecen irrecuperables.

Gracias a este amor, conocido y vivido en la oración carismática, muchas personas han vuelto a la Iglesia y a la practica de los sacramentos, que habían abandonados hace décadas; diversas familias se han reunidos, ancianos y personas solas y abandonadas han encontrado en la Comunidad una nueva familia, numerosos jóvenes han sido arrancados de la mentalidad del mundo y conquistado una vida de gracia.

Este pueblo de resucitados se ha donado al servicio de la Comunidad y de la Iglesia partiendo por una voluntad de conversión y de oración, con una participación asidua a la vida comunitaria. Verdaderamente son muchas las bendiciones recibidas, por la cual rendir gracia a Dios: también nuestra comunión, como Comité Internacional de Servicio, es una gracia; comunión que se ha llevado adelante (con empeño y sacrificio) en cada grado de responsabilidad y en cada ámbito comunitario, es una gracia. En verdad podemos decir que hay un regalo, una oportunidad de tocar que todo es gracia.

Hoy deseamos entonces agradecer a Dios Padre por este último don, el más reciente; un don inestimable, que sella una etapa fundamental de nuestra historia: el don de este reconocimiento, obtenido también por la intercesión de la Virgen María, repetidamente implorada por las necesidades de la Comunidad. A Ella, que junto a los apóstoles y a los discípulos han orado, esperado, invocado y obtenido el Espíritu Santo, pedimos que ore entonces al Señor para que nos done una nueva Efusión, para que así podamos corresponder plenamente a nuestra vocación y misión, en la Iglesia y en el mundo.

Por ultimo un sincero agradecimiento a todos aquellos que han sido para nosotros un instrumento de amor y preocupación de Dios Padre:

  • a S. Emin. Stanisław Ryłko que nunca ha perdido el estimulo de padre, tanto en conversaciones privadas como en su participación en nuestro Congreso de un par de años atrás,
  • a S. Ecc. mons. Josef Clemens, gracias a quien los términos de aprobación han salido rápidamente;
  • a mons. Miguel Delgado y a la Doctora Isabelle Cassará, los cuales nos han escuchado siempre con disponibilidad y una amabilidad que nos han ayudado a comprender mejor la necesidad de las variadas y sucesivas modificaciones;
  • a S. Emin. Urbano Navarrete, que nos ha ayudado en los primeros pasos, cuando no teníamos aun idea de que cosa debiese confluir o no en un Estatuto como el nuestro.

Para concluir quisiera mencionar otro carisma fundamental de la Comunidad que como se ha dicho, es la evangelización.

Que este Reconocimiento es un incentivo y nos ayudara para poder intensificar nuestra obra de evangelizar, a fin de que Jesús Resucitado sea siempre más conocido, amado, servido, honrado en todo el mundo. Como Comunidad, que trae su nombre, tomamos el compromiso de vivir una continua conversión, en particular en este tiempo de pruebas para la Iglesia y para el Santo Padre, para llegar a ser santos “a imagen del Santo que nos ha llamado”.

Alabanza y Gloria a Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Paolo diácono Serafini
Presidente de la Comunidad Jesús Resucitado

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