La urgencia de una “Nueva Evangelización”

No está permitido a nadie dedicarse al ocio, si no queremos transformar en una “omisión universal” lo que  nació para ser, en cambio, una “misión universal”. Igual que no se nos está permitido de ninguna manera “adaptar” la experiencia que el hombre está llamado a hacer con Dios: una experiencia directa, de amor, del hijo que descubre ser amado por el Padre. No hay nada que pueda hacer de “vehículo”: un poco de yoga, cualquier filosofía oriental, quizá los mensajes de los familiares difuntos (recordamos, a este propósito, que el coloquio con los muertos es un grave pecad)… Nosotros debemos anunciar a Dios por Sí ,mismo. No otras cosas, queriendo llegar a Él.

Tenemos que proclamar con sencillez y fuerza que Dios es amor, que ama a todas las criaturas, que nos ama a nosotros. Me ama a mí, te ama a ti; cualquiera que  sea nuestro grado de comprensión de este amor y antes y más allá de cualquier respuesta nuestra.

Precisamente, tenemos que “ir” por las calles, dondequiera el Señor nos mande y “convocar” a nuestros hermanos; del mismo modo que vemos cómo hacen los siervos de la palabra, enviados a llamar a otros envíados a la boda del Hijo del Rey. Cuántos testimonios hemos escuchado en este sentido: «¡Me han llamado, he venido y me he curado, he cambiado!».

Lo de ir a convocar a los que están lejos es una acción extraordinaria, a veces prodigiosa, que  continuamente tenemos que pedir com don al Señor. Porque amamos a todos sus hijos y, por lo que está en nosotros, deseamos ardientemente la salvacion de cada uno de ellos. Y luego, después de haber  orado, he aquí que salimos y encontramoa a la persona “justa”, a la que le dirigimos las palabras “justas”, esas que le cambiarán la vida.

Otras veces son las personas mismas que vienen, expontáneamente, a preguntar el por qué de la nuestra felicidad, a pedirnos una oración por sus necesidades.

«Un gran número de personas procedentes de las ciudades cercanas acudían a Jerusalén, llevando enfermos y poseídos por espíritus inmundos, y todos se curaban» (At 5,16). Al principio, como vemos, los  paganos se conquistaban más por el encanto que se aprisionaba de la Iglesia de Jerusalén, a causa del amor recíproco y de la salvación que en ella se volvía visible, que por la fuerza de un específico trabajo misionario.

Cuando nosotros vivimos realmente de la presencia del Señor, he aquí que de la Comunidad se desarrolla como una fuerza de irradiación que ilumina, atrae, consuela, transforma a todos los que acen partícipes en ella. Y así crece el pueblo de los salvados y crece el “contagio” de este amor, la transmisión de esta potencia, de imposición de las manos a imposición de las manosi…

A. Alberta Avòli y Roberto Ricci«Vivían juntos» – “Serie “Líneas Características n. 5”Ed. Comunidad Jesús Resucitado – pag. 75

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