Para saber más

La historia de la Comunidad Jesús Resucitado está descrita a grandes líneas en un pequeño pero  precioso libro, editado por la Comunidad misma en el 2007, que puede ser pedido escribiendo a “Comunidad Jesús Resucitado – Via Servilio Isarnico 16/18 – 00174 Roma” o “envíando un correo electrónico a la Redacción”.

Leemos en el Prólogo de los dos Autores.

«Escribimos este libro mientras la Renovación Carismática Católica mundial acaba de celebrar sus primeros 40 años de vida y, dentro de esta extraordinaria corriente de gracia, la Comunidad Jesús Resucitado ha celebrado 20. Años ricos de tantos acontecimientos importantes como también de vicisitudes más pequeñas, aquellas que solo el Señor conoce; recalcadas sobre todo por las profecías y por las palabras de sabiduría que Él ha querido donarnos de vez en vez en oración, a fin de que pudiéramos proceder seguros por este camino.

Volviendo a leer todo, en nuestros cuadernos llenos de apuntes y de memorias, constatamos la gracia de lo que hemos conservado en el tiempo: es nuestra historia; la de la Comunidad pero también la personal, ya que, a menudo, las dos coinciden. Por eso la contamos en primera persona, como protagonistas o habiendo escuchado los testimonios directos de los Fundadores; a veces, quizá, con mucho entusiasmo, el de quien está profundamente envuelto en esta especial realidad y vive para su santificación y expansión, pero sin exagerar nunca el alcance de lo que realmente hemos visto ocurrir, de lo que sabemos que somos testigos.

¿Por qué colocarlo en una Serie que trata de “líneas características” (sea en mérito a nuestra dimensión carismática, sea en lo que se refiere a nuestras estructuras comunitarias)? Porque nos hemos dado cuenta de que, contando los varios episodios históricos, estábamos contando contextualmente la génesis y el desarrollo de nuestra espiritualidad, que a través de esos episodios se ha ido precisando y encarnando en el tiempo. Estábamos contando la conciencia que la Comunidad ha adquirido poco a poco de sí misma; por esto, las consideraciones referidas son de aquellos momentos, no de ahora.

y ¿cuál es esta conciencia? ¿Qué espiritualidad específica se ha ido precisando, a través de las vicisitudes alegres o tristes de nuestra vida comunitaria y, antes aún, en la escucha profética? Nosotros hemos comprendido que el Espíritu Santo quiere hacernos vivir, a todos juntos, la experiencia más alta de Jesús en la tierra: la de morir y ¡resucitar con Él!

Todo en Jesús es vital para nosotros; cada palabra suya, cada gesto suyo pero es en su resurreción donde la obra del Espíritu en Él llega a cumplimiento y desvela el verdadero significado de todos los otros aspectos.

Es un don y una entrega que hay que recibir, encarnar y comprender día a día, en cada situación; porque si nosotros no nos comprometemos a dejarnos resucitar momento a momento por el Señor, sino que intencionadamente permanecemos en la muerte, no nos estamos haciendo daño solo a nosotros mismos, sino que estamos traicionando la vocación recibida y retrasando la entrada en la resurreción de aquella parte del mundo que nos ha sido entregada.

Nosotros estamos seguros de que no fueron nuestros Fundadores los que “inventaron” la Comunidad. Es el Señor el que ha pronunciado una profecía y luego se ha elegido los instrumentos para llevarla adelante.

Su amor de “elección” ha hecho esto: ha amado a “nuestros padres”, así como podemos leer en la historia de Israel, acreditándoles como justicia la obediencia a esta profecía; y nos ha elegido como su pueblo, haciéndonos salir de Egipto de nuestra condición solo humana, con señales y prodigios. E incluso con pruebas y sufrimientos. Para cada expresión particular de Iglesia es así.

Y después ha querido que sus carismas (pasajes de la gracia, que reflejan el inescrutable plano de Dios para cada criatura y que exigen, por lo tanto, una adhesión y una respuesta personal) fueran de alguna manera también “transmisibles”, en el sentido de lograr “poner en marcha” (por cercanía, ejemplo, oración…) el mismo don también en otros… ciertamente allí donde está presente ya, pero que se ha quedado inerte en el alma. Es esta “transmisión de dones” la que ha creado la Comunidad. Y que continua a crearla, si no los dejamos apagarse, sino que los perpetuamos en el tiempo, de  modo que generen un especial vínculo entre los que se benefician de ellos juntos; incluso cuando este “juntos” se lleve a cabo en generaciones sucesivas…

Que este libro pueda servir también a esto: a hacer que cada neófita participe en esta preciosa herencia, a hacerlo entrar plenamente en esta comunión, la que a nosotros “ancianos” ha dado la vida. Sin olvidar, sin “mal vender” la gracia que nos ha generado para convertirnos en cualquier otra cosa y, en tal modo, sentirnos más apagados o adquirir un mayor consenso; caminando de verdad hacia la plena madurez eclesial, así como auspiciado en todos los documentos del Magisterio que se refieren a los Movimientos. Madurez no es otra cosa que llevar a la perfección , mediante la oración y el discernimiento, los carismas recibidos y cumplir con donación y amor la misión que en ellos está encerrada, en plena armonia con todos los otros miembros del Cuerpo Místico».

Los Autores

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